De Rapallo a Budapest y a Rapallo de vuelta

En abril del 2022, la revista Parnasszus de Budapest, a través de la traductora y crítica Mercédesz Kutasy, entrevistó a uno de los editores de Rapallo, Facundo Ruiz, por la publicación de la resistencia ordena (Ascasubi, 2021), parte del cual fue traducido al húngaro en el número 2 (2022). Compartimos fragmentos de la entrevista.

Mercédesz Kutasy: ¿Cómo es el ambiente de la poesía joven en Buenos Aires? ¿Qué tendencias hay, quiénes son las voces más destacadas? (De ellos pediré también algunos textos, también de vos. Me tocará traducirlos luego, por favor, sé piadoso conmigo.)

Facundo Ruiz: Quizá hoy no haya un ambiente, sino varios. Más o menos dispersos, más o menos virtuales, más o menos conectados en actividades circunstanciales y de frecuencia irregular. Algo así como ambientes atómicos, celulares. Y no hay inocencia política en eso. La concentración editorial monopólica que se consolidó a fines del siglo XX hizo buena parte. Pero la multiplicación de editoriales, medianas o pequeñas, surgidas en Argentina desde la crisis de 2001 también es parte de este fenómeno. Porque es bien sintomático, sobre todo en lo que hace a poesía: no se multiplicaron las revistas de poesía sino las editoriales de poesía. Y una editorial y una revista no solo no son lo mismo, lo que es verdad de Perogrullo, sino que pudiendo acompañarse o impulsarse tienden –hacen a las tendencias– de manera distinta: una editorial es un proyecto que también es un catálogo, porque para un texto o una voz es punto de llegada (aceptación, edición) y punto de partida (publicación, publicidad).

En cambio, una revista es punto de cruce, pasajes y alianzas, casi un contra-catálogo y sobre todo una articulación de proyectos. No trabaja delimitando un territorio (proyecto, catálogo) sino redibujando o enlazando fronteras: voces, estilos, ideas, formas. La revista tiene la forma de un mapa dinámico y siempre en disputa. Editoriales como Vox, de Bahía Blanca, al sur de la provincia de Buenos Aires, y revistas como el Diario de poesía (1986-2012), de la ciudad de Buenos Aires, ejemplifican un poco esto: porque Vox actuó como una revista más que como una editorial, articulando proyectos no sólo literarios y poniendo en crisis viejos catálogos con sus ediciones que pasaban a ser como “documentos” de esa experiencia, que de alguna manera eclipsaron el “proyecto editorial”, y eso le dio una impronta muy singular. El Diario de poesía fue una revista que justamente se planteó redibujar las fronteras, incluso la que separaba poesía y periodismo, a punto de venderse en los puestos de diarios, en tiradas inéditas, y tener un diseño tabloide, y su efecto fue notable en el rearmado del mapa de poesía en Argentina.

Por allí pasó, célebre pero no muy sustanciosa, la polémica neobarroco vs objetivismo; y en el Diario se halla un punto insoslayable para pensar la difusa categoría de “poesía de los 90”, que describió parte de las tendencias del fin de siglo y alentó varias de las que inauguraron el siguiente. Pero con el tiempo el mapa del Diario se fue asentando, quizá fuera inevitable en una revista de tan larga duración, en algo que tendía al catálogo y a cierto proyecto más unívoco o menos articulador de proyectos, y podríamos decir que se “editorializó”. En fin. En esta atomización que decía hoy escucho mucha poesía más contada que cantada, una poesía afónica, de pareceres más individuales que singulares, una poesía de opinión y no de hipótesis. Y veo que lo mejor se produce cuando las fronteras se corren o articulan, cuando se trama con otras, por ejemplo políticamente, que siempre es un riesgo pero que si no se corre –el riesgo y la frontera– poco es lo que puede pasar, poco es lo que puede aparecer. En el cruce, en el borrón deliberado, en la red (no virtual) es donde algo se desatomiza y el mapa canta.

MK: ¿Qué eventos hay en la Argentina que se relacionan con poesía?

FR: En relación con lo que decía antes, creo que están por un lado los eventos que involucran y alientan a la poesía, como son últimamente las ferias de editoriales independientes, multitudinarias y variadas, y como han sido siempre los concursos de poesía, más o menos institucionales. Y por otro lado están los eventos que surgen de los y las poetas y que, sea en lecturas o encuentros, van haciendo crecer los públicos, temas y circuitos de la poesía. Y está también, en menor medida pero en crecimiento, la Universidad, que con el enorme desarrollo de la relación entre ciencia y literatura en el siglo XXI podría convertirse en factor clave, pero lo veo aún en proceso y con muchas cosas que definir. En este contexto, con Rapallo, además de hacer la revista misma, hemos intentado pensar nuevas vías o renovar viejos caminos. Así, por ejemplo, organizamos un concurso de poesía en 2020, una vía “típica”, pero a través de la cual apareció, contra lo que esperábamos, un caudal enorme de textos, voces y lugares con los que todavía estamos dialogando y planeando actividades y publicaciones. También armamos en 2021 el primer Rapallo conversa, una vía “nueva”, que surgió como idea de poner en diálogo, tratar de articular, ya no tanto a los poemas y a los poetas –como hacemos usualmente en la revista– como sus ideas y situaciones geopoético-políticas. Es decir, planteamos una conversación que articulara poesía e historia, una convergencia de mapas y de “estados de la poesía” hoy. Allí participaron: María Salgado (España), Violeta Kesselman (Argentina), Carlos Regueyra Bonilla (Costa Rica), Laura Jaramillo (Colombia-EEUU) y Gabriel Cortiñas (Argentina). Ahora, en términos de “evento”, quizá lo más singular sea el próximo Festival Americano de Poesía que está organizando la Secretaría de Cultura de Hurlingham, en la Provincia de Buenos Aires, y que reunirá a poetas de distintos lugares de América y de Argentina, articulando voces y territorios. No es muy frecuente en Argentina, menos en los últimos años, un evento así, que apuesta deliberada y estratégicamente a reconstruir un diálogo americano, con la poesía como articulador, lo que me parece muy necesario, además de alentador.

MK: También tenés un seminario de poesía en la UBA. ¿Por qué es importante para vos esta asignatura? A la hora de enseñar, ¿te ayuda que sos poeta y percibes los fenómenos desde adentro también?

FR: Desde hace unos años, en la Argentina puntualmente desde 2003, la relación entre ciencia y literatura se ha vuelto más cotidiana. Y no es infrecuente, por ejemplo, que los y las poetas hagan su obra mientras hacen un doctorado o una maestría sobre poesía. Eso es, en el panorama de la poesía, una novedad. No lo es que quien escribe dé clases ni que investigue. Sí lo es que la práctica de la poesía esté tan cerca de la práctica de la investigación. En ese sentido, como decía antes, a la universidad le toca en el nuevo panorama un papel no menor. Pero muy poco definido todavía. Entonces dar un seminario sobre poesía, poner a discutir el estudio de la poesía, incluso si hay que estudiar poesía para “entenderla” o si estudiar poesía “ayuda” a los y las poetas a hacer mejores poemas, me parece importante.

Desmitificador sobre todo: el “misterio”, la “dificultad” de la poesía en la mesa de disección de un seminario, en la mesa de discusión de una clase, en el ir y venir de lecturas, ideas e historias distintas. La poesía, es vox populi, a nadie le parece fácil. Y esa dificultad es elocuente, muy elocuente. ¿Por qué es difícil la poesía cuando la leemos y no cuando la escuchamos en una canción? ¿Desde cuándo nos importa más la biografía de quien escribe poesía que de quien escribe narrativa o ensayo? ¿Qué clase de “plus-valor” atribuimos a la poesía para que la palabra “poética” haya pasado a ser un talismán o abracadabra, el corazón en las tinieblas del arte: poética del cine, poética musical, poética teatral, poética de la literatura, la poética del impresionismo, una poética del erotismo… y por supuesto, hay goles poéticos, lógicamente, solo de Maradona? En fin, ese “oscuro objeto del deseo” pensado y tratado como un “objeto de estudio”, es decir, objeto de una práctica científica, como nunca dejó de ser, al menos desde Poética de Aristóteles, quizá hoy pueda abrir y esté abriendo otras posibilidades para la práctica y el pensamiento de la poesía. No considero a nadie fuera de la poesía, pero la poesía no hace sentir adentro a todxs. Y eso tampoco es novedad. Tampoco es novedad que por la poesía y con la poesía pasa “otra cosa”. Esa “otra cosa” nunca fue “la misma cosa”. Hoy la cercanía novedosa de ciencia y literatura, especialmente en lo que hace a poesía, quizá permita encontrar nuevos caminos para habitar ese territorio, para recorrerlo, y en esa búsqueda, un seminario solo dedicado a la poesía, a estudiar poesía, sus problemas formales y teóricos, históricos y prácticos, geográficos y lingüísticos, me parece importante.

MK: Pregunta clave: ¿es traducible la poesía?

FR: ¿Y si no fuera traducible? Tristeza. De pronto lo pienso como algo relativo a la alegría, una condición incluso: queremos que eso que queremos –escuchar, leer, comprender, disfrutar, compartir: eso que nos alegra– sea con nosotros también. Quizá la clave sea también. Porque entre la alegría de quien traduce y la de quien es traducido está también la inmensa alegría de quienes participamos de eso, de la traducción. La traducción es una manera de la participación. De ahí su vector político. ¿Quién puede participar? Y cómo. Además de poner en cuestión la idea de origen, de original, de aura, esa pretendida pureza. La traducción hace del origen apenas un comienzo, historiza, y entonces decimos (y elegimos) tal traducción o tal traducción, ésta y su sentido entonces, aquella y su sentido ahora, etc. Arma mapas. Y entonces deliberadamente coloca la poesía en la historia.

Porque quizá la poesía sea un metalenguaje, alguna lo es; pero la traducción es sin duda metalenguaje: interpretación de interpretación, texto de texto, voz de voz. La traducción es historia de la poesía también. Alegría también. Participar también. Y no hay una única forma de participar. Tampoco una única forma de estar en/con la poesía. Y quizá por eso sea el camino más rápido para la tristeza del poema: la mala traducción, la que descompone el vínculo, la que no deja participar, del poema, de la voz ahí o así, de eso que, también, alegra. La traducción es una manera de poner en contacto, de hacer o entrar en contacto. La poesía también. Las buenas traducciones son como los buenos bares: vas y te alegrás de estar ahí, tampoco en los bares se comprende todo, pero entrás, estás, y algo aparece. Vos me presentaste a Faludy, traducido, y me alegré. En húngaro no hubiera podido encontrarme con él. ¿Te acordás que en una de las charlas que tuvimos junto a tus estudiantes alguien dijo que estaba leyendo una traducción de no recuerdo qué libro y dijo “pero no alcanzo a escuchar el texto, como que no está lo que se está traduciendo, y solo leo la traducción”? Me pareció una idea genial. En ese momento pensé que decía: bailan dos y solo uno está en la pista de baile. Triste. Está el poema. Y la traducción, también. Alegría. La traducción hace del sonido un texto posible, la poesía hace del sonido una voz cantante. Están, ambos, en el aire. Hay que soplar, como en los cumpleaños las velitas de la torta, y quizá se cumplan los deseos.