Ferrocarriles americanos

por Victoria Cóccaro

Gracias por invitarme a participar de la conversación que abre el libro. Y eso es lo que me gustaría hacer. Seguir la conversación, seguramente de un modo algo digresivo, en vueltas y remolinos, como son las buenas conversaciones. Cuando Emilio vino a dejarme el libro a casa hace unos días me dijo bueno fíjate si querés podés sumar tu mapa. Pero más que contarles mi mapa quiero compartir algunas ideas, preguntas y respuestas que me activaron los ensayos del libro que creo son muy generosos a la hora de transmitir ideas. Entonces lo que traje es algo así como un mapa de los mapas de Rapallo conversa, o más que un nuevo mapa, creo que sería como una línea de ferrocarril que va de uno a otro y que se podría llamar F.A.: Ferrocarriles Americanos.

Ahora que leí el libro, veo al Proyecto Rapallo como un trabajo de cartógrafo de América, pero una América que no habla exclusivamente en español (por eso, no es Hispanoamérica y, ahí, un primer paso al costado del marco colonial), ni tampoco se restringe a la geografía continental y hasta cruza el océano hacia una voz (la de María Salgado) que si bien pisa el suelo español hunde sus raíces en poetas americanos, de Buenos Aires a Nueva York.

Otra cosa que me quedó claro después que leí el libro es que cuando agarramos un lápiz y lo arrastramos sobre un papel, o cuando apretamos cuadrados plásticos mirando un rectángulo de luz, pasan cosas.

Me interesa que ya el primer ensayo, el de Gabriel Cortiñas, parte de esta premisa: habría una especificidad de la “práctica poética”: entonces, la poesía es una práctica, no es un objeto, pero no entra dentro del rótulo más amplio y conocido de “práctica artística”. Ahí, pienso que el subtítulo del libro (Mapas, políticas, prácticas) es engañoso, bah, más bien poroso, porque un mapa (una posición, un “estar”, una articulación) implica una política que tampoco es un objeto si no, siempre, una práctica. Bueno, sigo, ¿y cuál es esa especificidad de la “práctica poética”? Es su articulación, dice Gabo, con “nuestra historia”. Esa articulación es el mapa: una posición, un estar, un “tomar partido”, un ubicarse: “en contra de”, “ocultando qué”, “en complicidad con”. Puede ser desesperante darnos cuenta de que siempre que usamos la lengua estamos indefectiblemente posicionándonos, aunque no queramos o aunque pensemos que no lo estamos haciendo (me acuerdo de un amigo de un amigo que dice que él no va a votar porque es apolítico). Hasta cuando callamos, tomamos una posición con la lengua. Hasta cuando no vamos a votar, tomamos una posición política. Puede ser desesperante, decía, o puede exacerbar nuestra paranoia, pero también darnos bastante poder. Bastante quehacer. 

El mapa como articulación histórica, entonces, esta manera en que Rapallo conversa lo entiende, también me hace acordar a una idea de Louis Zukofsky. Zukofsky veía al poeta como alguien a través del cual la historia acontece. También me hace acordar a eso que dice Pound sobre que el poeta capta las ondas de su tiempo. Entre la historia y el propio tiempo hay una implicación: en tanto conocemos la historia percibimos a la vez nuestra propia contingencia histórica. Gabo reescribe esto como una articulación entre lo micro y lo macropolítico. Esa articulación es el mapa, el mapa diseña un tiempo (una relación con el presente y con la historia) y un espacio (un cuerpo que pisa un suelo junto a otros cuerpos). ¿Desde qué mapa hablamos, escribimos? ¿Qué mapa necesitamos para hablar, para escribir? Porque como dice Mario Ortiz en un ensayo que podría formar parte de este libro: “De lo que no puede hablarse es preferible hablar”.

Entonces, ¿dónde estamos? Estar en un lugar es no estar en otro (no ir a votar no es lo mismo que ir a votar), por eso, donde hay territorio -donde estoy- hay disputa (no votar es político, mal que le pese al amigo de mi amigo). Esta es la pregunta que instala y responde el ensayo de Cortiñas y que después se amplifica, con variantes, en el resto del libro. No la de qué es el poema, tampoco la de qué puede (que hoy en día me suena cada vez menos spinoziana y cada vez más meritocrática), si no que es la de dónde está. Si el mapa es una posición espacial es, también, una posición temporal.

¿Es posible escribir poemas que no lleven las marcas de la historia, de nuestra historia, y de nuestro presente? 

Esto puede reescribrise como: ¿Existe el silencio total? Si sí, ¿cómo escucharlo? La misma cosa se preguntó John Cage en 1951. Esperando escuchar el silencio, Cage decidió meterse en una cámara anecoíca. Pero, una vez allí, escuchó dos sonidos, uno alto y otro bajo. Uno del sistema nervioso, como un zumbido. Otro de la circulación de la sangre, como el pulso del latido del corazón. El silencio absoluto no existe y la lengua no iba a ser la excepción. Salvo que sea la lengua de un “electrocardiograma muerto” (las palabras son del ensayo Violeta Kesselman), es decir, sin sistema nervioso ni corazón. 

Rapallo contesta: la historia se inscribe como sonido en la lengua, la historia se hace ritmo y el ritmo es una forma de refugiarse del “diluvio narrativo” y de “la violencia de la imagen”. 

Y si la historia se escribe como sonido, ¿cómo podemos escucharla? Escribiendo poesía, digo que diría este libro si hablara. Y a su modo lo hace.

¿Cómo oir el doble click de la pistola que apuntó a Cristina para matarla? ¿Cómo oir los clicks de los trolls que desvían la ya muy vapuleada atención que queda para captar nuestro tiempo? ¿Cómo oir, incluso, “algo tan ancestral y elemental que supimos olvidar”, como dice Gabo? ¿Cómo reincorporar en nuestro imaginario, pregunta Carlos Regueyra Bonilla, a los “pueblos originarios” o, me gusta más como lo dice Kamau Brathwaite, una “tradición indígena” que ha sido borrada casi por completo no solo de la historia sino de lo que podemos percibir, escuchar? 

De nuevo, con práctica poética, accidentando la lengua occidental. El accidente, en la lengua, es un ritmo. Un ritmo crea un territorio. Esto no es nada nuevo. Un mirlo, por ejemplo, canta en patrones rítmicos y así delimita un hogar en el aire, crea un territorio. No somos pájaros, ni vivimos del aire. En vez de cantar, escribimos (aunque escribir puede ser como cantar) y nuestra escritura (como la del mirlo en un territorio) siempre es situada. De ahí que un procedimiento puede ser una táctica para desplegar esa membrana entre lo micro y lo macropolítico (o trazar esa flecha que, como la historia, nos atraviesa). De ahí que un procedimiento no es algo que sacás de una vitrina y le das cuerda para que haga su gracia, porque primero no está en una vitrina como detenido en el tiempo sino bailando en el samba de la historia y su gracia se activa, siempre, sobre un mapa. La gracia, en el poema, sería el ritmo. La mano que da cuerda y coloca sobre el mapa sería la táctica. Ni la mano ni la forma viven fuera de la historia, insiste Gabo. María Salgado añade: no hay lengua por fuera de un mundo concreto situado, y muy complejo, del que conviene hacerse cargo (porque si no te carga a vos). Escribir empieza con un conflicto con tu lengua, dice Carlos Regueyra, escribir es un acto de solidaridad histórica, dice Diego Sequera, escribir es expresar un desacuerdo, dice Nicole Brossard, y agrega: es poner en palabras destellos enigmáticos que habitan como una tormenta de verdad, es energía que toma forma en el lenguaje, escribir hace espacio a lo impensado. Escribir es escuchar digo yo.

¿Cómo oir, decía, “algo tan ancestral y elemental que supimos olvidar”? Ahí, destaco la escala temporal de los ensayos donde, por ejemplo, cuando se dice historia se dice, sí, neoliberalismo, pero se dice también historia colonial. ¿Cómo escuchar aquello “ancestral y elemental” cuando ni siquiera se escucha el tapón colonial puesto por encima? Estamos hablando de redistribuir el tiempo, y si algo puede crear otro tiempo en el tiempo es la música, ¿no? El ritmo, que combina notas musicales (tonos y unidades temporales) con una sintaxis que no es la del reloj y puede correrse de la complicidad colonial. 

Leo el primer ensayo con el último, Stein sugiere algo que pronto se vuelve una necesidad imperiosa: un mapa de todas las veces que se usó un sustantivo, de qué se hizo con ellos, sería hacer, como dice Gabo a través de Rivera Cusicanqui, un mapa o una historia de encubrimientos (de lo que las palabras, aquí los sustantivos, encubren cuando nombran). Quizás haya que no usar sustantivos, como sugiere Stein, o quizás haya que usarlos mal, accidentarlos, decía antes, como propone Gabo. 

Esto del accidente y la propuesta, ese movimiento doble, como en direcciones contrarias, es, en mi opinión, uno de los ejes-trenes cruciales del libro. El primer ensayo habla de la distopía como lugar para repensar lo que viene. Pensar desde la distopía no es pensar desde el pesimismo. A mí este encuentro entre catástrofe y utopía me interesa mucho. Hace tiempo que vengo pensando en el fósil, lo que me interesa del fósil es que permite relacionar catástrofe y futuro: el fósil es prueba de la catástrofe pero también habla de un mundo posible después de la extinción. El fósil como mundo posible contra la extinción porque tiene que haber uno es que ha de haber uno porque no hay otro en este y siempre no hay solo uno. La posición del fósil es ubicarse en la catástrofe, la distopía o la extinción para pensar, escuchar e imaginar lo próximo, lo que viene después. 

Catástrofe y utopía del fósil que reencuentro en la distinción que hace Violeta Kesselman entre “oscuro pero no mortuorio”, algo que puede ser conflictivo pero productivo, enérgico, vital. Y en Nicole Brossard cuando propone una visión en lugar de una subversión, un mundo posible en lugar de a además de una catástrofe, una respuesta en lugar de o además de una pregunta. No solo abrir una pregunta o mostrar una falla, no solo romper y desarticular, si no también dar respuestas, trazar una dirección, imaginar o ponerse a construir. Es cierto que no se puede no mostrar la falla y el quiebre, pero justamente por eso, porque está todo ya bastante roto, y es todo ya bastante incierto, no se puede solo romper, o “abrir preguntas”. Y vuelvo a encontrarlo en Laura Jaramillo cuando reivindica a la ingenuidad como posición frente al cinismo porque en la ingenuidad, dice, hay un horizonte de futuro. 

Si el ensayo de Gabriel, ponía el foco en la escritura, el de Laura Jaramillo, en la cultura independiente en la cuna del capital y de la privatización, Violeta Kesselman suma a esa serie la lectura: ¿qué leo para habitar un mapa, para estar en un tiempo y un espacio, o para atravesar un tiempo y un espacio? Y no puedo no pensar en ese auto que recorre la provincia de Buenos Aires en los capítulos de Morris, su libro del 2019. O bien, qué leer para ver qué hacer con cómo la historia te atraviesa. O mejor, uso acá una palabra de su ensayo, qué leer para metabolizar la historia (o, también, la coyuntura) que te atraviesa y, entonces, tu manera de escribir. Y voy a decirlo una vez más robando otra expresión del ensayo porque es muy precisa: qué te da el LA para afinar tu instrumento. Cuál es tu texto-diapasón.

Me gusta que, no sé si queriendo o no, no sé si fue algo que hablaron previamente, pero casi todos los ensayos están recorridos por una orientación sonora más que visual, sea desde el horizonte semántico, metafórico, retórico, sea como figuras para pensar, sea lo que destacan de los textos que comentan. Ese viraje hacia el sonido es algo en lo que también vengo pensando hace tiempo y creo que aparece acá de un modo muy elocuente. Lo sonoro como estrategia frente a la ilusión de transparencia de la imagen, que como bien dice Laura, es violencia de la imagen. Lo sonoro para leer la complejidad de la imagen, y de la lengua. Porque a la imagen se la persigue con la escucha no con la vista (una imagen-ruido, quizás, que podría continuar la serie deleuziana). El ruido es otro de los ejes-trenes que recorren el libro. Y me gusta esta metáfora de los trenes, que dicho sea de paso, se habrán dado cuenta que, como dice María Salgado, “ya no combato a la metáfora”. 

María, en su ensayo, insiste muchísimo sobre esto del sonido y por supuesto, también, en toda su práctica poética. El poema, cuando lo lees, “suena”. Y acá no puedo dejar de mencionar a Stein, Stein quizás sea quien esté conduciendo el tren de Ferrocarriles Americanos. Una vez escribí que Stein se había adelantado a la invención del delay, pero la verdad que, como dice María, Stein es un sound system entero. Y el mapa sonoro-sintáctico-gramatical que traza el ensayo de Stein es impostergable. Eso que te dan ganas de decir, dejen todo lo que están haciendo y vayan a leer a Stein. 

Bueno, sigo. O vuelvo. Decía que en el texto de Kesselman esa escucha, el LA 440 de la afinación, es una escucha colectiva, se hace o se construye entre pares. Esto es algo en lo que me reconozco, creo que también en algunos momentos estuve armando mi LA entre pares, a través de la traducción. Me acuerdo cuando Tomás Fadel me invitó a mí y a otros amigos a traducir juntos Zukofsky. En esos encuentros hablábamos también de lo que leíamos, del libro que publicó tal o cual. En eso también me reconozco en el ensayo de Violeta, la atención a la producción contemporánea o, diría, casi una responsabilidad por prestar atención a la producción contemporánea. De nuevo, la lectura. Y una lectura crítica. Una lectura, o una escucha, ligada a una reflexión más que a una celebración del “genio, amigo, qué lindo tu texto” seguido de like. (Algo que, según cuenta el ensayo de Regueyra, también está pasando en Costa Rica). Hay un prejuicio en torno a la crítica, hay una idea como de que está mal o es kringe pensar tu escritura, o tomarte en serio un texto y hacer una lectura crítica. Esto se liga a la posición cínica que hablábamos antes, como si estuviese mal tomarse las cosas en serio. Tomar algo en serio no significa que sea sin humor. Esa falta de crítica, como bien dice Kesselman, nos deja sin señales, girando en un banco de niebla.

Otra manera de practicar la lectura, escribe Violeta, son las lecturas de coyuntura o “temporadas de fijación” que sirven para responder a una urgencia literaria en particular, para poder pensar la realidad o para seguir escribiendo. Me gusta que esas lecturas, dice el ensayo, pueden no ser literarias. Me acuerdo que, por ejemplo, yo venía con esta fijación en el fósil que les comenté, fósiles y piedras, y me puse a leer un manual de biología de los 60 escrito por un francés, François Jacob, uno de los que “inventó” o “descubrió” como se transcriben las secuencias genéticas en el ADN, y la verdad que no sabía muy bien por qué estaba leyendo eso, pero me ayudaba a entender algo, no específicamente de biología, si no otra cosa. Y en eso viene la pandemia y ahí vi que en el manual de biología estaba leyendo la historia argentina y, además, estaba como tratando de medir ese reposicionamiento del discurso científico a nivel global, y estaba leyendo cómo la ciencia estaba enloqueciendo. Y no sé bien cómo pasaba pero pasaba, entonces quise escribir esa lectura que estaba haciendo de Jacob, seguramente leyendo mal, el ACV de la lectura, para citar mal a Pound. Me acuerdo que también estaba leyendo las Metamorfosis de Ovidio, entonces en ese momento, 2020, para mí escribir esa lectura fue ver lo que la poesía le puede hacer decir a la ciencia que la ciencia por sí sola no puede. Porque además estaba lo del ADN (y no el ADN de los 60 sino el más actual, el del genoma y la clonación), y en ese cruce la lengua era, como el ADN, un código que puede alterarse. Y bueno, eso estaba en juego cuando leía y escribía un libro que se llama La lógica de la lente, que es una alteración del título del texto de Jacob y también de la lente que usas cuando te da el ACV de la lectura. Todo esto me hizo pensar el ensayo de Violeta. Coincido con que articular la lectura, la crítica, la escritura y, podríamos agregar, la escucha, es fundamental. ¿Qué estratos despierta o puede despertar la escucha o la práctica poética sobre otro texto? 

Bueno, termino. Como verán, los de Rapallo conversa son esos textos que te dan ganas de hacer lo que hacen, seguramente les pase cuando lo lean, que van a ir como trazando su propio mapa mental. Les invito a que lo hagan.

Texto leído el jueves 14 de diciembre de 2023 en Casa Viva, durante la presentación de Rapallo conversa. Mapas, políticas y prácticas.

Una invitación a la conversa

Por Juan Rocchi

Me gustaría recorrer tres aristas de Rapallo conversa, presentarlo como si fuera un objeto. Y elijo estas tres aristas porque me parece que hacen del libro un objeto novedoso, una lectura relevante dentro del panorama actual. 

Una primera arista se desprende de la consigna que se propuso a los expositores originales: la noción de mapa. Veo que una de las primeras operaciones que hace el libro es desquiciar, desempolvar una noción espontánea de mapa en el peor sentido. Podemos pensar en un mapa político, con divisiones reconocibles: Estados, fronteras, capitales, no mucho más. En un registro literario estaríamos hablando de grupos, editoriales: “tal publica acá”, “tales leen a X”, “estos van al taller de tal”. Esa forma de pensar un mapa con ciertas identidades y adscripciones. 

El libro desquicia esa concepción en la medida en que la saca de lugar, la desempolva porque visibiliza elementos que en última instancia hacen de un mapa algo útil, algo vivo. En este segundo sentido podemos pensar en un mapa intensivo, climático, incluso físico. Un frente de aire frío que va de una cadena montañosa hasta un río del otro lado del continente. Precipitaciones, cambios de temperatura, presión. Accidentes geográficos. Llevado al vocabulario de la literatura, hablaríamos de elementos que le pueden ser extraños en tanto institución, pero que son decisivos al enfrentarse a la escritura, y que a su vez son muchas veces el material de la escritura. Corrientes migratorias (Regueyra Bonilla, Brathwaite), flujos económicos (Cortiñas, Jaramillo), enclaves políticos (Kesselman, Brossard). También lecturas y publicaciones, sí, pero mezcladas con todo un dinamismo que las excede. 

Esta segunda concepción del mapa permite acercarse a la escritura real, y no solo a la visibilización institucional. Dentro del libro, cada autor se refiere a un estrato diferente de este mapa climático. No quiero hacer un resumen del contenido, para eso pueden leerlo. Pero van a ver cómo cada ensayo acentúa distintas partes de su mapa para armar un estado de situación. Eso también es una lectura intelectualmente honesta, pensada: operar una selección sobre lo que es importante. 

Yo podría decir que esta segunda versión de mapa refleja un proceso maquínico. Porque salir de un mapa político a un mapa físico o climático es en gran parte hacer ingresar el dinamismo propio del tiempo. Traten de perdonar la jerga filosófica francesa y piensen que, sometido al proceso del tiempo, un mapa empieza a generar funcionamientos, núcleos donde la cosa se condensa, se escribe, se diluye, se enfría, se funde, se acelera, etcétera. En última instancia, ese proceso termina escupiendo textos y tipos de subjetividad que después también son parte de esa gran corriente de multiplicidades que van a ser procesadas.

Por otro lado, este logro de Rapallo conversa (y de Rapallo en general como revista y fenómeno que excede a una revista o editorial) nos lleva directamente a la segunda arista que yo quiero recorrer. Esta segunda arista podría llamarse, en sentido muy amplio, el de la discusión. Para mi la discusión abarca tres conceptos clave, y un cuarto que viene de colado, que capaz no es esencial para todos en esta charla, pero lo voy a mencionar porque también impacta de costado a algunos que sí podrían estar acá. Estos tres conceptos, entrelazados en lo que yo llamo discusión, serían la crítica, el ensayo y el pensamiento. Marginalmente, también la Filosofía, sobre todo teniendo en cuenta que no es un territorio asociado a la historia de dicha disciplina. 

Rapallo conversa contiene textos o charlas de poetas, de gente que escribe. Y que escribe poemas. Esto es algo que discutí alguna vez con Emilio (Jurado Naón); me parece que tiene interés general. Lo tiro y después lo podemos discutir: creo que la narrativa tiene un mercado que le permite existir o mantenerse a flote sin una reflexión paralela. La narrativa no necesita paratexto para existir. No quiere decir que eso sea muy bueno para su calidad o mejora, pero lo cierto es que sigue existiendo. En cambio, y esta es la hipótesis arriesgada, creo que la poesía siempre necesitó algún aporte crítico, un tipo de pensamiento que la acompañe (y que siempre está, pareciera) que la justifique. Puede ser por su opacidad, por su pie firme en la experimentación, pero casi todos los poetas escriben, además de poemas, crítica, ensayos, etc. Desde Dante con el De vulgari eloquentia, hasta Pound y Eliot, Levertov, los Lamborghini, Helder, Rapallo. 

La crítica por un lado es la forma de establecer un patrón de valor (cómo juzgar un texto poético), y también una forma de intercambiar. Es una forma de transgredir un canon espontáneo, un poco del sentido común. A medida que las poéticas se asientan se vuelven sentido común, y eso se rompe escribiendo poemas pero también reflexionando acerca de esos poemas. Y la crítica es la forma más honesta de transgresión, de tocarle el hombro al otro para empezar una discusión. En este sentido viene la cuestión del ensayo: los poetas suelen ser ensayistas, hay una forma muy concreta de pensar lo que se está escribiendo, qué es lo que uno quiere decir. Y mostrar el valor es también mostrar su seriedad, su alejamiento del cualquierismo: como diría Osvaldo Lamborghini, sacar al artista del lugar de boludo en que se lo colocó. 

En este punto me gustaría hacer un pequeño homenaje, porque me parece que hay un ensayista que captó perfectamente esto. El elemento democrático del ensayo y de la crítica. Discúlpenme los que ya me escucharon, siempre hablo de lo mismo. Querría mencionar a Federico Monjeau. Él fue un profesor, un crítico y un filósofo. Se dedicó muchos años a algo muy difícil, que es escribir sobre música. La música pocas veces tiene texto, y ese texto pocas veces explica algo. Así que es un material difícil para ponerse a hablar, por un lado porque tiene un componente técnico muy fuerte que no todos conocen, y por otro porque al análisis formal hay que después ponerle una serie de palabras que no vienen dadas. Entonces él para aprobar su materia nos pedía que escribiéramos un ensayo, y nos dijo: ustedes tienen que escribir como si fuera una conversación; como si hablaran con personas cultas e inteligentes como ustedes. Por un lado está la generosidad de llamarnos así, de igualarnos a él que ya era una figura consagrada. Por otro, esa concepción tan abierta del ensayo, una conversación sin piruetas, sin justificaciones burocráticas, etc. 

En tercer lugar estaba la cuestión del pensamiento. No está muy lejos de lo que vengo diciendo, incluso puede ser un cliché. Hay un libro de George Steiner que se llama Poesía y pensamiento, hay un vínculo íntimo entre escribir poesía y pensar con seriedad algunos temas. En Rapallo conversa aparece esto, gente pensando acerca de lo que escribe, de cómo llegó a eso y por qué lo hace. Entonces se vuelve relevante porque hace más inteligible la cosa, la abre. Explicitar ese pensamiento, esos flujos que nombrábamos al hablar de los mapas, permite que alguien de afuera se pueda inscribir. A un grupo que ya existe es difícil entrar; las editoriales tampoco suelen leer muchos originales, o eso se dice. Pero con una multiplicidad más compleja uno sí puede engancharse, empezar a hablar. 

Y así llegamos a la tercera arista, que es algo que a mí me interesa mucho, pero que todavía no tengo demasiado claro. Creo también que es la razón por la que me invitaron acá. Yo estoy en esta mesa porque soy de otra generación, de una generación posterior a la de los que hacen Rapallo. Esto necesita justificación, porque yo no soy mucho más chico que ellos. Pero para eso estoy acá también, para intentar justificar. 

Si sumamos la cuestión del mapa dinámico, y recuerden que esto implica el ingreso del tiempo en un panorama de la escritura, aparece el tema de las generaciones. Y yo creo que si estamos a la altura de la complejización que opera el libro en una situación real de la escritura en América, la idea de generación no puede ser un elemento cronológico. Obviamente, eso está. Pero el orden también está un poco fuera de quicio. Para eso querría citar a alguien que no está acá, pero podría, que es Tomás Bartoletti. A él lo entrevistaron en un número de la revista, y me parece que sintetizó una definición de su propia generación que es muy precisa. No me acuerdo si lo dice exactamente así, pero le estuve dando muchas vueltas estos días y es lo que me quedó. Él dice: “los de mi generación somos criados durante el neoliberalismo, formados con el imaginario de la patria grande”. Esa es la generación de los que hacen Rapallo, ¿no? Me parece muy exacto. 

La definición conecta a un grupo de personas no solo con hechos históricos, sino con cómo los interpreta. Y también conecta esa interpretación con lo que ellos quieren escribir, con la parte del mundo a la que quieren prestarle atención. Porque el imaginario de la patria grande pasa a ser un problema que va a estar enfrente de todos. Por algo Rapallo tiene una perspectiva americana, que fue la que trasladaron también al FAPH. 

Visto así, la generación se organiza en torno a un problema, y ese problema puede afectar más a unos que a otros, y organiza también toda una serie de hechos que van a estar articulados en el espacio que ese problema arma. La generación no implica consenso. Se me ocurre que hay una generación previa, manteniendo la estructura: criados en dictadura, formados con el imaginario del neoliberalismo. La lista es abierta, y por otro lado creo que no puede aplicarse el género “generación” solo a personas, sino también a textos. Hay textos que se mueven entre estos estratos que serían las generaciones. Van de una capa geológica a otra, reemergen. Pueden ser leídos como algo que viene del futuro, más novedoso que lo que se está haciendo en la propia época. 

Una generación tiene sus propios perfiles, identidades. Son una serie de máquinas que se encuentran y ponen a funcionar. Es un determinado modo de producción. Por eso hay generaciones en un sentido más amplio, con márgenes mayores, donde Fogwill, Silvia Schwarzböck y los poetas de los ‘90 podrían encontrarse. Pero también hay divisiones obvias dentro de eso, porque los poetas de los ‘90 no tuvieron una vivencia directa de la dictadura, por su edad, como sí la tuvo Fogwill. En este punto me gustaría mencionar Los espantos, de Schwarzböck, porque es un texto que organiza lo que pasa en una generación y en ese punto tiene mucho que ver con Rapallo conversa. Ahí aparece desarrollada filosóficamente, y lo digo así muy por arriba, una noción de posdictadura. Y ese es el problema que articula a toda la gente que aparece: cómo se vive una vez que la vida de izquierda fue masacrada por el Proceso. Eso es una generación, aunque haya grandes diferencias de edad. 

Entonces acá, volviendo a Rapallo conversa, es evidente que también estamos viendo la construcción de un mapa generacional. Hay una generación que organiza sus problemas. Un problema nunca es unívoco y es solo un punto alrededor del cual pasan millones de cosas que se determinan entre sí. No quiero tampoco tirar un eslogan porque sería reducir mucho la riqueza de todo lo que se está haciendo acá. Pero sí quiero rescatar eso: en Rapallo conversa se puede percibir la construcción de una generación en su escritura y su pensamiento. Aparecen, sí, algunos problemas comunes: el ordenamiento político con una baja de los gobiernos llamados populistas; la percepción de la injusticia económica en términos muy concretos, de flujos de capital que no son denunciados; la pobreza estética de un sistema literario hegemónico-domesticado; las formas de vincularse en un contexto en que lo digital arrasa y tiene consecuencias que no pudimos procesar todavía. Hay mucho más, son las que se me ocurren. Diría que ese mapa, en relación con la escritura, es lo que ofrece Rapallo conversa. Pero también la escritura tiene su conexión con el afuera, no solo para fagositar sino para ofrecer respuestas. 

Por último querría decir eso, algo que fue asomándose en la charla pero no dije como un punto fuerte, y es por ahí lo central. El mapa, la discusión, la definición de una o varias generaciones: todo eso es una invitación. Es evidente que el campo de la poesía no es, o no debería ser, un círculo cerrado sobre sí mismo. Entender ese panorama con gente viva, que escribe, que lee, que publica, es también una invitación para gente más joven, o para gente más aislada, a empezar a bracear en alguna dirección. La crítica es abierta, la poesía es abierta, el pensamiento es abierto. Empieza por leerse, y un mapa es por ahí una forma inmejorable dentro de los problemas que ya conocemos de nuestro mundo como el exceso de información, el desinterés, el amiguismo, etcétera. 

Texto leído el jueves 14 de diciembre de 2023 en Casa Viva, durante la presentación de Rapallo conversa. Mapas, políticas y prácticas.

Rapallo conversa: mapas, políticas y prácticas

Diseño: Juan Pablo Fernández

Apuesta a la discusión y el intercambio de experiencias directas, Rapallo conversa sintetiza el espíritu de nuestra revista y editorial en un momento específico de la historia. A partir de la serie de charlas abiertas que organizó Rapallo en el 2021 con poetas de distintas partes del mundo, este volumen suma otros autores a esa conversa y amplía la superposición de mapas estéticos contemporáneos. La performance, los discursos políticos, la crítica y las genealogías de estos ensayos resuenan unos en otros, amplificándose a través de épocas y geografías, para insistir en la pregunta de qué significa escribir poesía hoy.

Indice

Nota editorial
De dónde hacia dónde estar, por Gabriel Cortiñas
La poesía norteamericana después de la privatización, por Laura Jaramillo
Usos de la lectura y la escritura, por Violeta Kesselman
Poética 021/ 1, por María Salgado
Mapa: un sobrevuelo, por Carlos Regueyra Bonilla
Notas generacionales: ¿a dónde es que estamos nosotros? / apuntes sobre poesía chavista, por Diego Sequera
Política poética, por Nicole Brossard
Sir Galahad y las islas – 1957/1963, por Kamau Brathwaite
Poesía y gramática, por Gertrude Stein

Rapallo conversa : mapas, políticas y prácticas / AAVV – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Rapallo, 2023. 196 p. ; 17 x 20 cm. – (Lengua América) – ISBN 978-987-48112-4-0

Rapallo conversa: mapas, políticas y prácticas

Con eventos presenciales de apertura y cierre, y tres charlas de manera remota, Rapallo llevará adelante una semana de conversaciones con invitados especiales de Argentina, España, Estados Unidos y Costa Rica.

La invitación es a poner en diálogo los mapas, las políticas y las prácticas de la poesía, esa que hacemos al escribir y leer, al editar y recomendar, al actuar y proyectar. Con mapas, políticas y prácticas proponemos pensar ciertas líneas matrices –pero no exclusivas– para un intercambio y nos referimos, puntual pero no únicamente, a aquello que articula nuestra poesía y nuestra historia: los mapas que traman, diseñan o entrampan la poesía, sea en textos o ideas, en genealogías o geografías, construyendo recorridos o planos posibles para sus prácticas y políticas; las políticas que concretan o desean una poesía, en actividades o grupos, en publicaciones o instituciones, habilitando o cuestionando sus mapas y prácticas; y las prácticas que encarnan o trazan la poesía, desde la escritura y sus rituales a la conversación y sus murmullos, sin los cuales ni mapas ni políticas serían tales.

Violeta Kesselman – Usos de la lectura y la escritura

Cómo juegan el leer y el escribir en una agenda que tiene un objetivo: tratar de plasmar una subjetividad política, sin miedo a la ingenuidad o al cinismo. Hay que confiar en que el texto, además de formular preguntas, puede ofrecer hipótesis nítidas sobre el presente.

Violeta Kesselman nació en Buenos Aires en 1983. Publicó Intercambio sobre una organización (Blatt & Ríos, 2013) y Morris (Palabras Amarillas, 2019). Junto a Ana Mazzoni y Damián Selci compiló La tendencia materialista. Antología crítica de la poesía de los 90 (Paradiso, 2012).

Carlos Regueyra Bonilla – Mapa. Un sobrevuelo

Se trata, primero, de un recorrido histórico, valiéndose de la memoria de cuatro ancestros, y geográfico, como un sobrevuelo por cuatro regiones, que quiere desbordar las fronteras literarias y las del país para dar cuenta, de manera arbitraria, de algunos aspectos culturales acerca de Costa Rica, para derivar en la reseña de algunos textos específicos que resultan de interés por la expansión que figuran sobre el campo literario local en diferentes direcciones.

Carlos Regueyra Bonilla nació en San José, Costa Rica. Es zurdo. Lee, a veces escribe e intenta aprender chino mandarín en las madrugadas para leer a Mo Yan en su lengua original algún día. Entre 2015 y 2019 produjo un programa de radio sobre literatura llamado El placer del texto. Su novela Seis tiros ganó el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica en 2016 y algunos de sus cuentos, poemas y ensayos han sido publicados en diversas revistas impresas y digitales. 

María Salgado – poética 021 / 1

En una canción del segundo disco de Kendrick Lamar en un momento dado dice “listen to the story” a quien lo escucha. La historia que va a contar en good kid m.A.A.d city es la de unos momentos fundacionales de su vida y, por lo tanto, de dónde viene parte del flow con el que cuenta eso que canta. A la invitación de Rapallo de compartir aquello que articula nuestra poesía, a mí me gustaría responder contando la historia de los varios mezclados y a menudo heterogéneos flujos de poesía con los que conecté mediante la escucha y la lectura para hacerme un mapa para-nada-nacional de prácticas de escritura con los que intentar hacer la mía en conversación con un montón de amigxs no sólo poetas sino también músicxs y performers con quienes fui creciendo en la composición, siempre orientada por el deseo de algo así como multiplicar el deseo de algo así como. Un cambio. De la línea genealógica de la vanguardia a la del queer y el feminismo, de la del siglo de oro y edad media a la de euraca, además de los dos nombres de dos ejes o zonas de investigación con los que intenté explicarme esto, Lírica y Analírica, me gustaría hablar con Rapallo.

María Salgado. Madrid, 1984. Poeta, performer e investigadora en poesía y poética contemporáneas. Trabaja con el lenguaje como material de textos, audiotextos y acciones. Ha publicado cinco libros de poesía, entre ellos 31 poemas (publicado en Argentina por Danke), ready (publicado en Argentina por Club Hem), Hacía un ruido. Frases para un film político y Salitre (que saldrá en Taller Chapita). En otoño de 2022 la editorial Akal publicará El Momento AnalíricoUna historia expandida de la poesía en España de 1964 a 1983, ensayo sobre poéticas orientadas al lenguaje en la poesía y el arte de los 60 y 70. Desde el año 2012 trabaja con el compositor Fran MM Cabeza de Vaca en el cruce entre lenguaje, música y escena. Forma parte del grupo de investigación Seminario Euraca, un dispositivo de lectura, escritura y pensamiento colectivo que ha tenido varias sedes en Madrid y edita la revista L/E/N/G/U/A/J/E/o.

Laura Jaramillo – La poesía norteamericana después de la privatización

Hago un recorrido breve por las corrientes de la poesía contemporánea norteamericana desde el año 2000 hasta ahora, prestando atención a los cambios en la literatura impulsados por la gentrificación de las ciudades y la violencia policial desenfrenada. Trazo unas líneas resistentes de poesía contra un trasfondo de privatización cultural y económica masiva, incluyendo varios proyectos editoriales recientes que ilustran una ética alternativa a la que domina la industria editorial moribunda de los Estados Unidos.

Laura Jaramillo es una poeta neoyorquina-colombiana que vive en Durham, Carolina del Norte. Es autora de los libros Material Girl (2012) y Making Water, que será publicado en marzo de 2022 por Futurepoem. Recibió su doctorado en teoría cultural y cine en Duke University. Co-organiza Paradiso, una serie de poesía en la discoteca Nightlight, en Chapel Hill, Carolina del Norte.

Gabriel Cortiñas – De dónde hacia dónde estar

¿Cómo se conecta el o los mapas con la propia práctica poética? El ritmo, el poema y el campo cultural leídos o escuchados desde una táctica. La misma que evidencia los mapas; tanto aquellos que se tejen por afinidad como aquellos que pretenden ocultarse bajo el velo colonial de la autonomía del arte.

Gabriel Cortiñas (Buenos Aires, 1983).  Publicó los libros de poemas La recidiva (Segovia, 2019), Pujato(Premio Casa de las Américas, La Habana, 2013), Hospital de campaña (Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro, Madrid, 2011), Brazadas (Bs. As., 2007) y el ensayo Cuaderno del poema (Bs. As., 2017). Graduado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, en la actualidad se encuentra haciendo un doctorado sobre la obra de Pablo de Rokha. Pertenece a la cátedra de Poesía Universal I de la Universidad Nacional de las Artes y es coeditor de la revista literaria Rapallo

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