Una invitación a la conversa

Por Juan Rocchi

Me gustaría recorrer tres aristas de Rapallo conversa, presentarlo como si fuera un objeto. Y elijo estas tres aristas porque me parece que hacen del libro un objeto novedoso, una lectura relevante dentro del panorama actual. 

Una primera arista se desprende de la consigna que se propuso a los expositores originales: la noción de mapa. Veo que una de las primeras operaciones que hace el libro es desquiciar, desempolvar una noción espontánea de mapa en el peor sentido. Podemos pensar en un mapa político, con divisiones reconocibles: Estados, fronteras, capitales, no mucho más. En un registro literario estaríamos hablando de grupos, editoriales: “tal publica acá”, “tales leen a X”, “estos van al taller de tal”. Esa forma de pensar un mapa con ciertas identidades y adscripciones. 

El libro desquicia esa concepción en la medida en que la saca de lugar, la desempolva porque visibiliza elementos que en última instancia hacen de un mapa algo útil, algo vivo. En este segundo sentido podemos pensar en un mapa intensivo, climático, incluso físico. Un frente de aire frío que va de una cadena montañosa hasta un río del otro lado del continente. Precipitaciones, cambios de temperatura, presión. Accidentes geográficos. Llevado al vocabulario de la literatura, hablaríamos de elementos que le pueden ser extraños en tanto institución, pero que son decisivos al enfrentarse a la escritura, y que a su vez son muchas veces el material de la escritura. Corrientes migratorias (Regueyra Bonilla, Brathwaite), flujos económicos (Cortiñas, Jaramillo), enclaves políticos (Kesselman, Brossard). También lecturas y publicaciones, sí, pero mezcladas con todo un dinamismo que las excede. 

Esta segunda concepción del mapa permite acercarse a la escritura real, y no solo a la visibilización institucional. Dentro del libro, cada autor se refiere a un estrato diferente de este mapa climático. No quiero hacer un resumen del contenido, para eso pueden leerlo. Pero van a ver cómo cada ensayo acentúa distintas partes de su mapa para armar un estado de situación. Eso también es una lectura intelectualmente honesta, pensada: operar una selección sobre lo que es importante. 

Yo podría decir que esta segunda versión de mapa refleja un proceso maquínico. Porque salir de un mapa político a un mapa físico o climático es en gran parte hacer ingresar el dinamismo propio del tiempo. Traten de perdonar la jerga filosófica francesa y piensen que, sometido al proceso del tiempo, un mapa empieza a generar funcionamientos, núcleos donde la cosa se condensa, se escribe, se diluye, se enfría, se funde, se acelera, etcétera. En última instancia, ese proceso termina escupiendo textos y tipos de subjetividad que después también son parte de esa gran corriente de multiplicidades que van a ser procesadas.

Por otro lado, este logro de Rapallo conversa (y de Rapallo en general como revista y fenómeno que excede a una revista o editorial) nos lleva directamente a la segunda arista que yo quiero recorrer. Esta segunda arista podría llamarse, en sentido muy amplio, el de la discusión. Para mi la discusión abarca tres conceptos clave, y un cuarto que viene de colado, que capaz no es esencial para todos en esta charla, pero lo voy a mencionar porque también impacta de costado a algunos que sí podrían estar acá. Estos tres conceptos, entrelazados en lo que yo llamo discusión, serían la crítica, el ensayo y el pensamiento. Marginalmente, también la Filosofía, sobre todo teniendo en cuenta que no es un territorio asociado a la historia de dicha disciplina. 

Rapallo conversa contiene textos o charlas de poetas, de gente que escribe. Y que escribe poemas. Esto es algo que discutí alguna vez con Emilio (Jurado Naón); me parece que tiene interés general. Lo tiro y después lo podemos discutir: creo que la narrativa tiene un mercado que le permite existir o mantenerse a flote sin una reflexión paralela. La narrativa no necesita paratexto para existir. No quiere decir que eso sea muy bueno para su calidad o mejora, pero lo cierto es que sigue existiendo. En cambio, y esta es la hipótesis arriesgada, creo que la poesía siempre necesitó algún aporte crítico, un tipo de pensamiento que la acompañe (y que siempre está, pareciera) que la justifique. Puede ser por su opacidad, por su pie firme en la experimentación, pero casi todos los poetas escriben, además de poemas, crítica, ensayos, etc. Desde Dante con el De vulgari eloquentia, hasta Pound y Eliot, Levertov, los Lamborghini, Helder, Rapallo. 

La crítica por un lado es la forma de establecer un patrón de valor (cómo juzgar un texto poético), y también una forma de intercambiar. Es una forma de transgredir un canon espontáneo, un poco del sentido común. A medida que las poéticas se asientan se vuelven sentido común, y eso se rompe escribiendo poemas pero también reflexionando acerca de esos poemas. Y la crítica es la forma más honesta de transgresión, de tocarle el hombro al otro para empezar una discusión. En este sentido viene la cuestión del ensayo: los poetas suelen ser ensayistas, hay una forma muy concreta de pensar lo que se está escribiendo, qué es lo que uno quiere decir. Y mostrar el valor es también mostrar su seriedad, su alejamiento del cualquierismo: como diría Osvaldo Lamborghini, sacar al artista del lugar de boludo en que se lo colocó. 

En este punto me gustaría hacer un pequeño homenaje, porque me parece que hay un ensayista que captó perfectamente esto. El elemento democrático del ensayo y de la crítica. Discúlpenme los que ya me escucharon, siempre hablo de lo mismo. Querría mencionar a Federico Monjeau. Él fue un profesor, un crítico y un filósofo. Se dedicó muchos años a algo muy difícil, que es escribir sobre música. La música pocas veces tiene texto, y ese texto pocas veces explica algo. Así que es un material difícil para ponerse a hablar, por un lado porque tiene un componente técnico muy fuerte que no todos conocen, y por otro porque al análisis formal hay que después ponerle una serie de palabras que no vienen dadas. Entonces él para aprobar su materia nos pedía que escribiéramos un ensayo, y nos dijo: ustedes tienen que escribir como si fuera una conversación; como si hablaran con personas cultas e inteligentes como ustedes. Por un lado está la generosidad de llamarnos así, de igualarnos a él que ya era una figura consagrada. Por otro, esa concepción tan abierta del ensayo, una conversación sin piruetas, sin justificaciones burocráticas, etc. 

En tercer lugar estaba la cuestión del pensamiento. No está muy lejos de lo que vengo diciendo, incluso puede ser un cliché. Hay un libro de George Steiner que se llama Poesía y pensamiento, hay un vínculo íntimo entre escribir poesía y pensar con seriedad algunos temas. En Rapallo conversa aparece esto, gente pensando acerca de lo que escribe, de cómo llegó a eso y por qué lo hace. Entonces se vuelve relevante porque hace más inteligible la cosa, la abre. Explicitar ese pensamiento, esos flujos que nombrábamos al hablar de los mapas, permite que alguien de afuera se pueda inscribir. A un grupo que ya existe es difícil entrar; las editoriales tampoco suelen leer muchos originales, o eso se dice. Pero con una multiplicidad más compleja uno sí puede engancharse, empezar a hablar. 

Y así llegamos a la tercera arista, que es algo que a mí me interesa mucho, pero que todavía no tengo demasiado claro. Creo también que es la razón por la que me invitaron acá. Yo estoy en esta mesa porque soy de otra generación, de una generación posterior a la de los que hacen Rapallo. Esto necesita justificación, porque yo no soy mucho más chico que ellos. Pero para eso estoy acá también, para intentar justificar. 

Si sumamos la cuestión del mapa dinámico, y recuerden que esto implica el ingreso del tiempo en un panorama de la escritura, aparece el tema de las generaciones. Y yo creo que si estamos a la altura de la complejización que opera el libro en una situación real de la escritura en América, la idea de generación no puede ser un elemento cronológico. Obviamente, eso está. Pero el orden también está un poco fuera de quicio. Para eso querría citar a alguien que no está acá, pero podría, que es Tomás Bartoletti. A él lo entrevistaron en un número de la revista, y me parece que sintetizó una definición de su propia generación que es muy precisa. No me acuerdo si lo dice exactamente así, pero le estuve dando muchas vueltas estos días y es lo que me quedó. Él dice: “los de mi generación somos criados durante el neoliberalismo, formados con el imaginario de la patria grande”. Esa es la generación de los que hacen Rapallo, ¿no? Me parece muy exacto. 

La definición conecta a un grupo de personas no solo con hechos históricos, sino con cómo los interpreta. Y también conecta esa interpretación con lo que ellos quieren escribir, con la parte del mundo a la que quieren prestarle atención. Porque el imaginario de la patria grande pasa a ser un problema que va a estar enfrente de todos. Por algo Rapallo tiene una perspectiva americana, que fue la que trasladaron también al FAPH. 

Visto así, la generación se organiza en torno a un problema, y ese problema puede afectar más a unos que a otros, y organiza también toda una serie de hechos que van a estar articulados en el espacio que ese problema arma. La generación no implica consenso. Se me ocurre que hay una generación previa, manteniendo la estructura: criados en dictadura, formados con el imaginario del neoliberalismo. La lista es abierta, y por otro lado creo que no puede aplicarse el género “generación” solo a personas, sino también a textos. Hay textos que se mueven entre estos estratos que serían las generaciones. Van de una capa geológica a otra, reemergen. Pueden ser leídos como algo que viene del futuro, más novedoso que lo que se está haciendo en la propia época. 

Una generación tiene sus propios perfiles, identidades. Son una serie de máquinas que se encuentran y ponen a funcionar. Es un determinado modo de producción. Por eso hay generaciones en un sentido más amplio, con márgenes mayores, donde Fogwill, Silvia Schwarzböck y los poetas de los ‘90 podrían encontrarse. Pero también hay divisiones obvias dentro de eso, porque los poetas de los ‘90 no tuvieron una vivencia directa de la dictadura, por su edad, como sí la tuvo Fogwill. En este punto me gustaría mencionar Los espantos, de Schwarzböck, porque es un texto que organiza lo que pasa en una generación y en ese punto tiene mucho que ver con Rapallo conversa. Ahí aparece desarrollada filosóficamente, y lo digo así muy por arriba, una noción de posdictadura. Y ese es el problema que articula a toda la gente que aparece: cómo se vive una vez que la vida de izquierda fue masacrada por el Proceso. Eso es una generación, aunque haya grandes diferencias de edad. 

Entonces acá, volviendo a Rapallo conversa, es evidente que también estamos viendo la construcción de un mapa generacional. Hay una generación que organiza sus problemas. Un problema nunca es unívoco y es solo un punto alrededor del cual pasan millones de cosas que se determinan entre sí. No quiero tampoco tirar un eslogan porque sería reducir mucho la riqueza de todo lo que se está haciendo acá. Pero sí quiero rescatar eso: en Rapallo conversa se puede percibir la construcción de una generación en su escritura y su pensamiento. Aparecen, sí, algunos problemas comunes: el ordenamiento político con una baja de los gobiernos llamados populistas; la percepción de la injusticia económica en términos muy concretos, de flujos de capital que no son denunciados; la pobreza estética de un sistema literario hegemónico-domesticado; las formas de vincularse en un contexto en que lo digital arrasa y tiene consecuencias que no pudimos procesar todavía. Hay mucho más, son las que se me ocurren. Diría que ese mapa, en relación con la escritura, es lo que ofrece Rapallo conversa. Pero también la escritura tiene su conexión con el afuera, no solo para fagositar sino para ofrecer respuestas. 

Por último querría decir eso, algo que fue asomándose en la charla pero no dije como un punto fuerte, y es por ahí lo central. El mapa, la discusión, la definición de una o varias generaciones: todo eso es una invitación. Es evidente que el campo de la poesía no es, o no debería ser, un círculo cerrado sobre sí mismo. Entender ese panorama con gente viva, que escribe, que lee, que publica, es también una invitación para gente más joven, o para gente más aislada, a empezar a bracear en alguna dirección. La crítica es abierta, la poesía es abierta, el pensamiento es abierto. Empieza por leerse, y un mapa es por ahí una forma inmejorable dentro de los problemas que ya conocemos de nuestro mundo como el exceso de información, el desinterés, el amiguismo, etcétera. 

Texto leído el jueves 14 de diciembre de 2023 en Casa Viva, durante la presentación de Rapallo conversa. Mapas, políticas y prácticas.

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